Y no es oculto porque esté cargado de misterio y esoterismo, lo es porque nadie habla de ello. Mola mogollón quedarse en la superficie, flotando en tu colchoneta piscinera con forma de unicornio y seguir pensando y diciendo, sin vergüenza ni rubor lo siguiente: “Los TCA son esas obsesiones que tienen las niñas con el cuerpo y la dieta”. Para qué indagar más allá. No vaya a ser que se te funda la neurona que queda viva. Es mucho más fácil señalar a la cruel app de realfooding que escuchar qué siente una persona que sufre un TCA. Y no digamos tratar de entender qué nos dicen sus conductas problemáticas. Eso para los catedráticos. Yo sigo a lo mío. Vuelta y vuelta cual croqueta tostándome al sol.
Esta semana se ha hecho viral un vídeo de una chica que relataba cómo se sentía tras haber tenido relaciones afectivo – sexuales con el cantante Alejandro Sanz. Ella tenía veintipocos y él sobre cincuenta tacos. La verdad es que leer los comentarios de la gente, me devolvió al pasado de mi época de atracones. Y siento la necesidad de compartir contigo el porqué. No por la niña que fui, no por la mujer que soy. Porque cuando entiendes la conducta, las víctimas y verdugos se diluyen en un mar de aprendizajes, contextos y rasgos neuropsicológicos. No todo es negro o blanco. No conozco el caso en profundidad, pero justamente por ello, no me atrevo a juzgarlo con la ligereza que se ha hecho estos días.
Mi TCA, fue muy TC, aunque también muy A. En minutos, pasé de tener la conducta más regulada del mundo, a perder el control hasta caer en un pozo sin fondo. La incapacidad para asimilar, entender y explicar esto, me imposibilitaba pedir ayuda. Una niña - perdón para los ofendiditos, pero a mis 40 la Ana de 18 le parece eso, una niña -, que sacaba matrícula de honor en segundo de bachillerato, era ahora el monstruo de las galletas. ¡Qué vulnerables somos! Si lo pienso, asusta e hipnotiza a la vez. ¿No os pasa?
La misma Ana que daba salida a la incomodidad comiendo poco, adelgazando y estudiando hasta la última coma, empezó a comer compulsivamente y no ser capaz de memorizar ni un párrafo. La misma Ana a la que sus padres echaban la bronca por no tener amigos y andar siempre de paseo con su abuela, encontraba muy reforzante ser atractiva para los chicos. Ana no se lo pasaba bien en esos juegos sexuales, pero como un acuerdo tácito, entendía que era la moneda de cambio para las cosas que sí podía disfrutar. La atención, el cariño, el contacto físico, la aprobación…Algo que nos guste más o menos, todos necesitamos.
Quizá tú hayas tenido la suerte de nacer en una familia en la que había buena comunicación.
Quizá tú hayas nacido con unos rasgos neuropsicológicos que te hacen más sensible a la recompensa que a las amenazas.
Quizá te has sentido arropado por un grupo de amigos con los que te lo pasabas genial.
Quizá acabaste tu carrera y pronto encontraste un trabajo que te dio estabilidad económica.
Quizá tienes unos genes estupendos para nuestra era, el que come como una lima y no engorda.
Quizá seas antifrágil, el mismo Taleb está leyendo mi Substack, qué ilusión.
Seas como seas, tenemos una cosa en común. El sufrimiento nos une. Creemos que estar bien es lo normal. Pero lo cierto es que hasta en las películas de Walt Disney, los adultos lloramos. Bella, Bambi, Simba…No lo han tenido fácil tampoco. Nadie sufre porque quiere. Nadie pide nacer. Nadie elige el código postal en el que crecerá. Ni su personalidad o su microbiota. Hice tantas cosas en mi vida que borraría con goma, tachando con boli y con típex después, que me cuesta muy poquito ponerme en la piel del que se baja un paquete de galletas pensando que es un gilipollas. O en la que alterna atracones con borracheras, evitando su vida por unas horas.
Bastante tengo con entenderme a mí, y ayudar a mis clientas, como para invertir mi tiempo elucubrando sobre lo que hacen otros. Pero qué bonito sería reconocer simplemente, que a veces, nos equivocamos. Y no creo que haga falta más cura de humildad que estudiar con curiosidad al complejo y maravilloso ser humano que eres. Una vez terminado, empiezas a estudiar a otros. Y si no eres un ser de luz, es muy probable que no te dé tiempo, al menos en esta vida.
No importa si padeces sobrepeso, bulimia, atracones, masticas y escupes…Si quieres cambiar, encuentra tu momento. Elige a un profesional que no banalice tu circunstancia, y haz cositas cada día para estar mejor que ayer. Si te caes, te levantas.
Siempre, siempre, siempre: PERSEVERA.
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